A pesar del rechazo que pueda generar, la cruz es el lugar donde se revela el poder transformador de Dios. En la cruz, los pecadores encuentran perdón (Efesios 1:7), reconciliación (Colosenses 1:20), libertad del pecado (Romanos 6:6) y nueva vida (2 Corintios 5:17). Toda verdadera transformación espiritual comienza allí.
Por eso Pablo exclama: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 6:14). El apóstol no veía la cruz como un evento trágico del pasado, sino como el centro glorioso de su vida presente. La cruz no es sólo el punto de partida de la vida cristiana, sino su sustancia diaria.