Cuando te preparas para ir a la iglesia a escuchar la predicación de la Palabra de Dios, ¿oras para que esa Palabra penetre en lo más profundo de tu corazón y se encuentre cara a cara con tu pecado?
Muchas veces, llegamos con la expectativa de recibir consuelo, ánimo o dirección, pero olvidamos que la Palabra de Dios también tiene el propósito de confrontarnos, purificarnos y transformarnos.
El Salmo 119:140 dice: "Sumamente pura es tu palabra, y la ama tu siervo." Si la Palabra de Dios es pura y santa, inevitablemente revelará en nosotros lo que no lo es.
No debemos temer este encuentro, sino desearlo con humildad, pues cuando la Palabra expone nuestro pecado, nos lleva al arrepentimiento y nos acerca más a Cristo.
Es en este proceso donde experimentamos la verdadera gracia y el poder de la transformación que solo el evangelio puede traer.
Por eso, cada vez que nos sentamos a escuchar un sermón, debemos orar para que Dios nos hable con claridad, nos muestre aquello que debemos rendir ante Él y nos ayude a amar su Palabra con un corazón dispuesto a obedecer.
"SOLI DEO GLORIA"
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