Puesto que la Escritura identifica los "Ángeles buenos" con los "Ángeles escogidos" (1 Tim. 5:21), se ve claramente que los ángeles buenos perseveraron en la justicia y santidad concreadas de acuerdo con la eterna, elección de Dios. La Escritura en ningún sitio enseña que los ángeles cayeron en el pecado, porque desde la eternidad habían sido predestinados a la condenación; al contrario, los ángeles malos abandonaron su propia morada (Judas 6), esto es, pecaron de su propia voluntad.
Los ángeles malos son, pues, aquellos que no perseveraron en la bondad, justicia y santidad con que fueron creados originalmente, sino que dejaron a Dios, se hicieron enemigos perpetuos de Dios y del hombre y han sido destinados por Dios a los tormentos eternos. El castigo eterno de los ángeles malos se enseña en Mat. 25:41; Apoc. 20:10; 2 Ped. 2:4; Judas 6.
La Escritura no enseña con certeza qué motivo especial impulsó a los ángeles malos a la desobediencia, pero es probable que los indujo a apostatar de Dios el orgullo impío. Tampoco puede determinarse con certeza el tiempo en que los ángeles pecaron por primera vez; pero su rebelión ocurrió antes de la caída del hombre, ya que tal caída fue instigada por el diablo, Gen. 3:1-14; Juan 8:44. Aun los ángeles malos saben que no pueden ser restituidos a la santidad y bienaventuranza, Mat. 8:29; por lo tanto, cometen un gran error los que contradicen la verdad de la Escritura sobre este punto, pues la Palabra de Dios nos dice que es un fuego eterno, el fuego que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles, Mat. 25:41.
Mientras los ángeles buenos fueron confirmados en bienaventuranza cuando entraron en su estado de gloria, Mat. 18:10; 25:31, los ángeles malos, al entrar en el estado de miseria, se endurecieron en el mal, de tal modo que de continuo piensan perversamente respecto de Dios y las cosas divinas.
─ 𝑱𝒖𝒂𝒏 𝑻. 𝑴𝒖𝒆𝒍𝒍𝒆𝒓, 𝐷𝑜𝑐𝑡𝑟𝑖𝑛𝑎 𝐶𝑟𝑖𝑠𝑡𝑖𝑎𝑛𝑎. Pág.130-131.